POR Mª DOLORES BARROS ALBARRÁN – PSICÓLOGA GENERAL SANITARIA – Nº COL 11366

A lo largo de nuestras vidas, son muchos los miedos que superamos, sin embargo, otros miedos, pueden acompañarnos a lo largo de mucho tiempo, en ocasiones, toda una vida.

Las fobias son un tipo de miedo especial y merecería la pena, para empezar, hablar sobre el miedo y su papel evolutivo. El miedo es una emoción básica que, desde los albores de la humanidad, nos ha acompañado, protegiéndonos de situaciones, objetos, personas… que potencialmente podrían suponer un peligro para nuestra propia persona e incluso para nuestra especie.

En la naturaleza, podemos observar cómo los seres vivos con miedo, toman decisiones cuya finalidad última, es la de mantenerse a salvo. Unas veces, veremos a seres vivos paralizados por el miedo (la inmovilidad tiene su lógica, pues esto podría ahuyentar al predador que, por norma, suele no comer algo que ya ha encontrado muerto quién sabe por qué, por ejemplo, podría haber muerto envenenado, luego mejor no comerlo), otras veces, los veremos huyendo del objeto/situación que le provoca el miedo (por ejemplo, si entramos en una calle y vemos venir a una turba de gente corriendo, lo normal es que también corramos ante la anticipación del miedo) e incluso, en alguna ocasión, podremos ver reacciones agresivas (atacar si no se encuentra salida).

Como podemos apreciar, los miedos comunes son muy adaptativos, y esto es algo los hacen diferentes de las fobias. No obstante, a veces, cuesta establecer el límite que diferencia un miedo que es adaptativo de un miedo fóbico. Los miedos fóbicos tienen las siguientes características:

  1. Son desproporcionados. Es decir, la reacción/comportamiento que se tiene cuando se está frente al objeto o situación fóbica o cuando se prevé que esta puede aparecer, es desproporcionada.
  2. El individuo que padece la fobia, no encuentra una explicación o razonamiento para la misma. Esto puede que no se cumpla en niños.
  3. No puede ser controlada voluntariamente.
  4. Lleva a la evitación de la situación que se teme o a la huida de la misma, aunque existen personas que son capaces de permanecer con el objeto o situación fóbica, pero tolerando un gran nivel de malestar.
  5. Persiste a lo largo del tiempo, no es “un susto que uno se lleva”.
  6. Es desadaptativa, como anteriormente habíamos comentado.
  7. No es específica de una edad determinada. En ocasiones, miedos infantiles comunes, pueden convertirse en fobias específicas en la primera infancia, siendo la edad media de aparición alrededor de los 7 años.

Las reacciones que los individuos presentan ante el objeto o situación fóbica pueden variar en función de múltiples factores. Normalmente, la traducción o correlato que la exposición al objeto o situación fóbica provoca en las personas, aparece en 3 dimensiones:

  • Dimensión cognitiva: subjetiva, de los pensamientos. La persona puede comenzar a pensar que, si se pone, por ejemplo, delante de una araña, va a sufrir un colapso y la anticipación de este colapso, también genera más ansiedad en la persona.
  • Dimensión motora: Como hemos comentado al inicio, generalmente vamos a ver respuestas motoras de huida de la situación o de evitación de la misma (por ejemplo, si un niño tiene una fobia a las arañas y vive en un campo o incluso en cualquier casa, puede llegar a ser muy desadaptativo, pues estaría constantemente en tensión, en alerta y con mucho malestar) con todo lo que esto puede suponer para la vida de un individuo.
  • Dimensión fisiológica: Puede acompañarse de una respuesta de ansiedad caracterizada por aumento de la tasa cardiaca, disminución de la salivación, sudoración, aumento de la tensión arterial, náuseas, diarrea…

Las personas que padecen una fobia, pueden experimentar un patrón de reacciones cognitivas, fisiológicas y motoras diferente.

En la literatura, se ha tendido a diferenciar entre 3 tipos de fobias:

  • Fobias simples, focales o específicas.
  • Fobias sociales.
  • Agorafobia.

Centrándonos en las fobias específicas, tienen como característica, que la reacción ansiosa o de miedo desproporcionado, se produce ante objetos o situaciones que son muy concretas. Hay quien dice que esta categoría, recoge todo aquello que no puede ser catalogado como fobia social o agorafobia, pero la realidad de los pacientes, ofrece muchos matices. Aquí, podemos hablar de:

  • Fobias a los animales: miedo a las abejas, serpientes, perros, gatos… hay una gran variedad de miedos. Parece ser que el punto más alto de miedo en las personas que padecen este tipo de fobia, se produce cuando el animal se mueve, frente a la posición estática.
  • Fobia a la sangre y las heridas: Este tipo de fobias, presenta unos rasgos distintivos que la hacen únicas. En este caso, el patrón de respuesta cardiovascular de la persona fóbica suele ser bifásico. Esto es, primero sufre un aumento de la frecuencia cardiaca y tensión arterial (breve y ligero), seguido de un patrón vasovagal, caracterizado justamente, por lo contrario. Esto explicaría que la persona con este tipo de fobia, acabe incluso desmayándose y podamos apreciar en ellas, palidez, sudoración profusa y náuseas. Muchas veces, la anticipación del desmayo provoca más ansiedad que la propia exposición al objeto fóbico.
  • Fobias situacionales: En este apartado podríamos hablar de fobias a los aviones/ volar, conducir, lugares que estén muy llenos de personas, alturas, espacios pequeños… Este tipo de fobias puede presentarse sola o también, acompañando al trastorno por angustia con agorafobia.

Por otro lado, como dato curioso, la investigación básica sobre las emociones, ha relacionado ciertas fobias con otra emoción básica: el asco. El asco, también tiene una función evolutiva, relacionada fundamentalmente con la higiene, la limpieza, la evitación de sustancias, cuerpos u objetos potencialmente nocivos para los seres vivos (pensemos en por qué suele dar asco tocar deshechos humanos, cadáveres de cualquier tipo…) o que puedan entrañar algún peligro. Existen literatura y trabajos en este sentido, que pueden ilustrar con mayor profundidad esto último de lo que hablamos.

La mayor parte de tratamientos para este tipo de problemas incorpora alguna forma de exposición al objeto o situación temida. En la práctica profesional veremos los tratamientos se diferenciarán en función de:

  • – La forma en que es presentado el estímulo temido (si es directamente, indirectamente, el tiempo y la tasa de exposición…).
  • – El tipo de respuesta de los pacientes ante el estímulo fóbico.
  • – El tipo de ayuda para inducir la respuesta del paciente (si está el terapeuta presente, por ejemplo).
  • – Si se usan o no estrategias de control cognitivo para que el paciente pueda aprenderé a modificar las respuestas cognitivas que emite cuando aparece el estímulo fóbico.

Como se ha comentado, la exposición al objeto o situación fóbica es el ingrediente común a tratamientos como la desensibilización sistemática, la inundación o la exposición gradual. Existe un acuerdo en la comunidad científica al considerar que cuando la exposición se hace en vivo, es más potente, pero esto no siempre se puede conseguir (por ejemplo, no podemos conseguir en una sesión que truene si alguien tiene este tipo de fobia, o tampoco es fácil trabajar en vivo la fobia a volar). En casos en los que esto no es posible, pueden ser utilizadas otras técnica o formas de exposición, por ejemplo, las imágenes o la realidad virtual.

Las terapias cognitivas para tratar las fobias, suelen emplearse complementariamente con estrategias de exposición. En este caso, de lo que se trata es de que la persona sea capaz de cambiar patrones de pensamiento desadaptativos, haciendo hincapié en la diferencia existente entre pensamientos que son realistas de los que no lo son, así como la diferencia entre lo que es posible y lo que es probable, de manera que la persona afectada de fobia, tengan menor ansiedad anticipatoria ante la presentación del estímulo fóbico y posea además atribuciones más adaptativas de sus reacciones (motoras y fisiológicas, es decir, por ejemplo, que la persona, cuando se enfrente al objeto fóbico, no piense que la taquicardia o el aumento de la respiración sean porque va a morir, sino que son parte de un patrón de respuesta automático que puede variar con el trabajo en terapia). Por otro lado, todo lo que sea facilitar información y psicoeducación respecto al estímulo fóbico es beneficioso (con esto se pueden desmontar factores mantenedores y causantes de la fobia).

BIBLIOGRAFÍA

  • – Pérez Álvarez, M., Fernández Hermida, J. R., Fernández Rodríguez, C., & Amigo Vázquez, I. (2011). Guía de tratamientos psicológicos eficaces I (Vol. 1). Madrid: Pirámide.
  • – Macià Antón, D. (2007). Problemas cotidianos de conducta en la infancia. Intervención psicológica en el ámbito clínico y familiar. Madrid: Pirámide.
  • – American Psychiatric Association, D. S., & American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders: DSM-5 (Vol. 5). Washington, DC: American psychiatric association.
ENTENDIENDO LAS FOBIAS – FOBIAS ESPECÍFICAS

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