Por Mª Dolores Barros Albarrán – Psicóloga General Sanitaria – Nº Col. 11366
Presentar algo de ansiedad en la interacción con otras personas, podría resultar, hasta cierto punto, adaptativo. Esa pizca de desasosiego, podría ser el origen de que nos comportemos adecuadamente en interacciones sociales nuevas o importantes y de que todo vaya bien. Basta con recordar cómo nos sentimos muchos de nosotros, en nuestra primera cita, cuando expusimos aquél trabajo o cuando actuamos en aquella función. Esa ansiedad, nos tuvo alerta y pendientes de la reacción de los otros y nos permitió modular nuestro propio comportamiento.
No obstante, cuando esta ansiedad es demasiado intensa o cuando, a medida que avanza la interacción, no cesa, sino que se mantiene o aumenta, ya hablamos de un problema, pues ciertamente, puede interferir negativamente en nuestro desenvolvimiento cotidiano y en la interacción con los demás.
Las fobias sociales se pueden categorizar en:
- Circunscritas: Se relacionan con estímulos sociales muy específicos como hablar, comer, beber en público, usar urinarios públicos, escribir delante de otras personas… Estamos hablando fundamentalmente de fobias de ejecución.
- Generales: Se refiere a situaciones sociales en las que es necesaria la interacción, por ejemplo, asistir a fiestas, tener citas…
Este problema, puede aparecer acompañado de otros, pues cuando supone una interferencia importante en la vida personal, pueden aparecer cuadros depresivos asociados, baja autoestima de forma crónica y otros problemas.
Como en otros trastornos de ansiedad, los síntomas que la persona puede presentar, se van a dar en 3 áreas:
- Área psicofisiológica: Sudoración, temblor, aumento de la frecuencia cardiaca y rubor facial. Estos síntomas, especialmente el temblor y rubor facial, además, pueden añadir un plus de ansiedad al ser fácilmente visibles por los otros. De esta forma, la persona que presenta ansiedad social, puede sentir que, a través de estas señales, los otros perciben que se es menos competente o valioso. Es por ello que muchas personas con este problema, consideran que estos síntomas, son los más importantes.
- Área conductual: La persona suele evitar situaciones sociales o tratar de escapar/huir de ellas. Así pues, el aislamiento es frecuente en las personas con fobia social. Muchas personas con fobia social, soportan estar en la situación social, aunque con malestar. Es propio en estos casos, encontrar que la persona rehúya la mirada, evite tomar la iniciativa y siga a los demás, permanezca en silencio y otros comportamientos parecidos.
- Área cognitiva: Los miedos giran normalmente alrededor de la aprobación/desaprobación por parte de los demás y las críticas que puedan surgir. Este tipo de miedo, es el que diferencia a la fobia social de otros tipos de fobias. En las fobias específicas, por ejemplo, la persona puede sentir que su integridad está amenazada por un peligro (ser mordido por un animal, a caerse en las alturas…), sin embargo, la amenaza de la fobia social, lo es a la autoestima y/o integridad psicológica, siendo esto mucho más sutil.
Así pues, cognitivamente, la persona que tiene ansiedad o fobia social, presenta una serie de déficits en el terreno cognitivo, que pueden ser los siguientes:
- Centrar la atención exageradamente en sí mismo y pensar que los demás están exclusivamente pendientes de su conducta (“Todos me miran”, “Seguro que están esperando que yo sea el que responda”).
- Atender de forma selectiva a los aspectos negativos de la interacción, que son atribuidos, además, a fallos propios (“Claro, quiere marcharse y dice que tiene prisa, pero en realidad es que no quiere hablar conmigo”).
- Recordar de forma selectiva las relaciones sociales experimentadas como negativas (“Recuerdo como si fuera ayer cuando me acerqué a esa gente y me miraron de forma extraña”).
- Subestimar sus habilidades en la interacción social (“No podré hablar sin tartamudear, no soy un buen conversador”).
- Sobreestimar la probabilidad de que ocurra algo negativo en la interacción social ajeno a sí mismo (“Seguro que cuando sea mi turno, ponen la comida fuera y todos se marchan”).
- Presentar pensamientos derrotistas (“Para qué voy a acercarme si no me van a echar cuenta, prefiero ahorrarme el esfuerzo que supone intentar hablar con ellos”).
La fobia social, suele aparecer alrededor de los 15-20 años, pero se suele solicitar ayuda mucho más tarde, alrededor de los 30-35 años, cuando se percibe que la situación, difícilmente va a cambiar. En los estudios epidemiológicos, el trastorno es más frecuente en mujeres, pero en la población clínica, los sexos se igualan e incluso los varones superan a las mujeres.
La fobia social puede llegar a afectar a un 2%-4% de la población general. Curiosamente, predomina en personas solteras, pudiendo esto relacionarse con las dificultades presentadas a la hora de establecer relaciones sociales con los otros.
Como se comentaba con anterioridad, las dificultades para relacionarse con otras personas, pueden llevar a la persona a aislarse de los demás, pudiendo aparecer, relacionado o no con este motivo, otros problemas asociados, como son la depresión, el consumo de tóxicos (en muchos casos, como forma de combatir el malestar en la interacción o como forma de poder iniciarla, es decir, el alcohol sería una estrategia de afrontamiento, aunque poco adaptativa), otros problemas de ansiedad y trastornos de personalidad (dependiente, evitativo y obsesivo-compulsivo).
¿Y qué diferencia hay entre la timidez y la fobia social? En los 2 casos, la persona puede experimentar temor en la interacción social y un miedo exagerado a las críticas, pero en el caso específico de la fobia social, el curso es más crónico (no desaparece con el transcurso del tiempo) y la interferencia en la vida es más importante. Una persona tímida puede estar incómoda en una situación de interacción social, pero no se ve gravemente alterado el funcionamiento de la misma.
¿Y en qué se diferencia la fobia social de la agorafobia? La fobia social se diferencia de la agorafobia en que la evitación que se hace de los estímulos que son fóbicos, es menos intensa y más sutil, la respuesta psicofisiológica remite fundamentalmente al rubor y el contenido de las cogniciones se refiere más que nada al temor a las críticas y no tanto al miedo o los ataques de pánico, más propio de la agorafobia.
El trastorno de personalidad evitativo sería una forma más severa de fobia social, que se asocia a una ansiedad social mucho mayor, menores habilidades sociales, mayor deterioro y mayor frecuencia de aparición de otros trastornos asociados.
¿Cómo sé si tengo una fobia social? La American Psychiatric Asocciation, en el DSM-V, define este cuadro como:
- Miedo o ansiedad intensa en una o más situaciones sociales en las que el individuo está expuesto al posible examen por parte de otras personas. Algunos ejemplos son las interacciones sociales (mantener una conversación, reunirse con personas extrañas…), ser observado (comiendo, bebiendo…) y actuar delante de otras personas (por ejemplo, dar una charla…). En los niños, este problema puede aparecer al estar con individuos de su misma edad, no solo en la interacción con adultos.
- El individuo tiene miedo de actuar de cierta manera o de mostrar síntomas de ansiedad que se valoren negativamente (es decir, que lo humillen o avergüencen; que se traduzca en rechazo o que ofenda a otras personas).
- Las situaciones sociales casi siempre provocan miedo o ansiedad. En los niños, el miedo o la ansiedad se puede expresar con llanto, rabietas, quedarse paralizados, aferrarse, encogerse o el fracaso de hablar en situaciones sociales.
- Las situaciones sociales se evitan o resisten con miedo o ansiedad intensa.
- El miedo o la ansiedad son desproporcionados a la amenaza real planteada por la situación social y al contexto sociocultural.
- El miedo, la ansiedad o la evitación es persistente y dura 6 meses o más.
- El miedo, la ansiedad o la evitación, causa malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento.
- El miedo, la ansiedad o la evitación no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia (por ejemplo, una droga, un medicamento) o a alguna afección médica.
- El miedo, la ansiedad o la evitación no se explica mejor por los síntomas de otro trastorno mental, como el trastorno de pánico, el trastorno dismórfico corporal o un trastorno del espectro del autismo.
- Si existe otra afección médica (por ejemplo, Parkinson, obesidad, desfiguración debida a quemaduras o lesiones), el miedo, la ansiedad o la evitación está claramente no relacionada o es excesiva.
La fobia social puede aparecer junto a fobias específicas y agorafobias y se acompañan de baja autoestima y tendencia a presentar miedo ante las críticas.
El curso de la fobia social suele ser crónico, aunque depende mucho de las circunstancias que rodean a la persona (por ejemplo, si la situación temida es hablar en público y a uno lo cambian de trabajo y ya no tiene que hablar en público, puede no volver a generar problemas).
Los niños con fobia social pueden llorar, tartamudear, quedarse paralizados, abrazarse a familiares cercanos y rehuir de mantener relaciones con otras personas. Pueden presentar aversión a hablar e incluso mutismo selectivo cuando es muy intensa la ansiedad provocada en la situación social.
Muchos niños pueden tener dificultades para establecer relaciones con sus compañeros y personas desconocidas (inhibición social), pero tras un periodo de tiempo, con cierta dificultad, empiezan a responder sin que se deteriore intensamente la relación interpersonal con sus compañeros. En estos casos, hablamos de timidez, retraimiento o introversión, lo cual puede redundar en un aprendizaje deficiente de habilidades sociales.
Para hablar de fobia social es necesario comprobar que el niño es capaz de relacionarse socialmente con sus familiares, y que la ansiedad social extrema aparece en la interacción con niños de su edad y no solo ante los adultos.
El trastorno generalizado del desarrollo y el trastorno esquizoide de la personalidad, se distinguen de la fobia social porque en aquellos no hay interés por relacionarse, mientras que en este último sí que lo hay, pero aparece sufrimiento y por eso se evita la situación social.
La evitación social aparece en muchos trastornos, pero se explica mejor por estos otros (por ejemplo, la depresión mayor).
Existe tratamiento para este problema. Generalmente suele tratarse con terapias psicológicas como la exposición, diversas técnicas cognitivas (Terapia Relacional Emotiva de Ellis, Terapia Cognitiva de Beck…), entrenamiento en habilidades sociales (pues muchas personas con fobia social presentan déficits en esta área), que suelen usarse de manera combinada.