Mª DOLORES BARROS ALBARRÁN – PSICÓLOGA GENERAL SANITARIA – Nº COL AN11366

Entrar en el colegio por primera vez o volver a incorporarse a las aulas tras el periodo de vacaciones, supone para algunas familias, un elemento importante de estrés.

Con cierta frecuencia, los padres en consulta, expresan dificultad con sus hijos en este proceso. Muchos relatan que viven con gran angustia el momento de la despedida en la puerta del colegio/guardería. En ese momento, el menor puede llorar de manera incoercible, puede agarrarse a la ropa de su progenitor/cuidador e incluso protagonizar algún episodio de estallido conductual (el menor se enfada, se tira al suelo, no permite que se le ayude a vestirse, se niega a tomar el desayuno, etc.). Sin duda, son situaciones muy desagradables que dejan huella para todo el día.

En este caso, es importante discernir entre lo que puede ser un trastorno y lo que puede responder a una cuestión de hábitos y costumbres tras el periodo de vacaciones estivales. Efectivamente, tras un periodo de tiempo en el que ha podido tenerse “la manga más ancha” con los horarios del menor y sus responsabilidades (que lo son, por pequeñas que sean), incorporarse nuevamente a los horarios y rutinas, requiere de un esfuerzo y probablemente, de pérdida de privilegios (acostarse más tarde, por ejemplo).

Para estos casos, resulta útil comenzar a reinstaurar los hábitos con tiempo de antelación y anticiparle al menor, que la vuelta al colegio, está por llegar. Las siguientes recomendaciones pueden resultar útiles:

  • Animar y elogiar al niño a empezar el nuevo curso.
  • Remarcar las cosas positivas que implica ir al colegio por primera vez o reincorporarse tras las vacaciones (volver a ver a los amigos, jugar en el patio, aprender cosas nuevas, los materiales nuevos…).
  • Hacerlo partícipe del proceso de manera activa (por ejemplo, escoger con él la mochila que va a llevar) y motivarlo.
  • Anticipar la llegada del colegio usando por ejemplo un calendario en el que, 1 semana antes, por ejemplo, se vayan tachando los días que faltan para la llegada del cole (que sea el propio menor el que marque el día).
  • Reestructurar los horarios con tiempo de antelación y progresivamente. Si el menor está acostumbrado a acostarse tarde y se espera al último día, le despertaremos con mucho sueño y puede que enfadado, por lo que, sobre todo en el caso de los más pequeñitos, “estaremos comprando papeletas para que la entrada el colegio sea un suplicio” para él y para nosotros.
  • Mostrarnos firmes en la puerta del colegio, pero cariñosos y participativos. Animarlo a entrar con los otros niños, mostrarnos felices por haber llegado el día y, sobre todo, llegar con tiempo, para que el menor pueda familiarizarse con el lugar y otros niños. Si es posible, puede resultar útil que el menor visite el colegio antes, o al menos, que se pasee por los aledaños, señalándole que ese es su nuevo colegio y mostrándole curiosidad por conocerlo.
  • Hacerle saber al menor, que estaremos a la hora de la recogida y que le esperaremos deseosos de saber cómo ha pasado el día.
  • Se deben evitar comentarios que hagan al niño sentirse mal o inseguro, como, por ejemplo: “Ahora mamá se quedará solita”, “Tengo más agobio yo que el niño”, “Espero que todo vaya bien y que no tengan que llamarme”, etc.
  • El tiempo en la puerta del colegio, debe reducirse. No resultará productivo permanecer mucho tiempo en la puerta, saludando y despidiéndonos del niño. Probablemente, una entrada corta en la que saludemos al profesor/a, es suficiente (con seguridad y confianza, no olvidemos que son profesionales) resultado excesiva la permanencia en la puerta con la profesora sine die. Que la madre/padre siga estando presente en el aula o la puerta de la misma, puede retrasar el inicio de la interacción del niño con sus iguales y la exploración del entorno/aula.

Podría decirse que hablamos de trastorno cuando el menor no solo no quiere entrar en el colegio, además, no quiere hacerlo porque teme separarse de su figura de apego y esto va más allá del ámbito escolar. Por ejemplo, un niño que no consiente dormir en casa de los abuelos sin sus padres, lo pasa mal cuando ve que sus padres o cuidadores se alejan, no quiere estar solo de ninguna manera, se niega a ir de excursión o a cualquier lugar en el que no sea acompañado de su figura de mayor apego…

La American Psychiactric Association (APA, 2013), al hablar de los trastornos de ansiedad, contempla el Trastorno de Ansiedad por Separación (TAS) y lo define con criterios como:

  1. Miedo o ansiedad excesiva e inapropiada para el nivel de desarrollo del individuo, concerniente a su separación de aquellas personas por las que siente apego.
  2. El miedo, la ansiedad o la evitación es persistente, dura al menos cuatro semanas en niños y adolescentes y típicamente seis o más meses en adultos.
  3. La alteración causa malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, académico, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento.
  4. La alteración no se explica mejor por otro trastorno mental.

Cuando hablamos de miedo o ansiedad excesiva e inapropiada, estamos hablando de:

  • Malestar excesivo y recurrente cuando se prevé o se vive una separación del hogar o una figura de las de mayor apego.
  • Preocupación excesiva y persistente por la posible pérdida de las figuras de mayor apego o de que puedan sufrir algún daño.
  • Preocupación excesiva y persistente por la posibilidad de que un acontecimiento adverso, cause la separación de la figura de apego (por ejemplo, un accidente).
  • Resistencia o rechazo a salir, lejos de casa, a la escuela, al trabajo o a otro lugar por miedo a la separación.
  • Miedo excesivo y persistente o resistencia a estar solo o sin las figuras de mayor apego en casa o en otros lugares.
  • Resistencia o rechazo persistente a dormir fuera de casa o a dormir sin estar cerca de una figura de gran apego.
  • Pesadillas repetidas sobre el tema de la separación.
  • Quejas repetidas de síntomas físicos (dolor de cabeza, de barriga, náuseas, vómitos…) cuando se produce o se prevé la separación de las figuras de mayor apego.

Según la literatura, entre un 30-50 por 100 de los casos, presenta síntomas físicos y en el caso de niños que son más pequeños, éstos pueden llegar a ser incapaces de quedarse solos en una habitación.

Por otro lado, no todos los niños desarrollan este problema de igual manera, habrá quienes lo presenten con mayor gravedad que otros, pero, en cualquier caso, los síntomas interfieren (en mayor o menor grado), con las relaciones sociales, en ámbito académico, así como puede llegar a desajustar significativamente la vida del niño y la de la familia.

En aquellos casos en los que se sospeche de un TAS, resulta útil solicitar ayuda especializada. En la consulta con el psicólogo, se podrá explorar y evaluar el tipo de apego establecido por el menor con las figuras de apego, las dinámicas familiares y un sinfín de aspectos más que pueden alumbrar al profesional en el establecimiento de una hipótesis diagnóstica, así como en la intervención más adecuada, que incorporará, como no puede ser de otra manera, a los padres y/o cuidadores del menor.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • Asociación Americana de Psiquiatría (2013). Guía de Consulta de los Criterios Diagnósticos del DSM 5. Arlington: Ed. Panamericana.
  • Macià Antón, D. (2007). Problemas Cotidianos de Conducta en la Infancia. Intervención Psicológica en el Ámbito Clínico y Familiar. Madrid: Pirámide.
  • Fonseca Pedrero, E. Coord. (2021). Manual de Tratamientos Psicológicos. Infancia y Adolescencia. Madrid: Pirámide.
DIFICULTADES EN EL RETORNO A LAS AULAS ¿UN TRASTORNO DE ANSIEDAD POR SEPARACIÓN O UN PROBLEMA DE RUTINAS Y MANEJO DE LA SITUACIÓN?

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