Por Mª DOLORES BARROS ALBARRÁN – PSICÓLOGA GENERAL SANITARIA – AN 11366

Posiblemente, la forma más universal de estrés sea el dolor (Miró, 2003) y son muchas las personas que cada día visitan a su médico buscando una solución para este problema. En España, se ha dimensionado el sufrimiento del dolor crónico en 1 de cada 6 personas (Torralba, Miquel y Darba, 2014).

Definir el dolor no ha sido una tarea fácil, pero los estudiosos del tema, están de acuerdo en que el dolor es una experiencia perceptiva muy compleja en la que interviene un gran componente de subjetividad. Esto quiere decir, que cada persona, manifiesta y expresa el dolor de una forma única y de acuerdo con múltiples factores: cognitivos, fisiológicos, afectivos y conductuales. Esto explica que, ante el mismo nivel de lesión, cada persona lo sienta y responda de manera distinta. Todos hemos escuchado las historias de diferentes madres que han dado a luz y cada madre, recuerda esa experiencia de dolor de una forma diferente.

Y si el dolor es un fenómeno complejo que va más allá de una lesión (la cual no siempre está presente, es decir, que podemos sentir dolor en ausencia de lesión) ¿Por qué se sigue intentando dar una solución parcial a este problema? ¿Por qué a un fenómeno complejo influido por múltiples factores se le intenta dar una respuesta unidimensional como lo es la vía farmacológica sin nada más?

Son muchas las personas que presentan dolor crónico. Cuando desde el modelo biomédico no se consigue solucionar el problema del dolor y el dolor persiste durante mucho tiempo, a menudo se dice que el dolor es psicógeno y es entonces cuando la persona, en el sistema sanitario, pasa a estar en un limbo en el que las pruebas complementarias (radiografías, resonancias, analíticas…) se suceden junto a las visitas a los distintos especialistas (traumatología, reumatología, neurología…). Es entonces cuando la persona con dolor, “se siente como una pelota que va de un lado a otro sin que su problema se solucione”.

Tampoco es infrecuente encontrar que cuando no es posible atribuir una causa médica al dolor (del tipo que sea, traumática, neurológica, reumatológica…), se le atribuye una causa psicológica y cuando esto sucede, la persona que sufre dolor, tiene la sensación de que los que tenemos de cuidar de su salud, “hemos tirado la toalla”.

A esta situación de indefensión por parte del paciente (“estoy harto/a de médicos y tratamientos y sigo con el dolor”) y de frustración por parte de los profesionales (“no sé qué hacer para que el paciente deje de tener dolor después de haberlo enviado a distintos especialistas y de que se hayan probado diferentes tratamientos”) se llega cuando las soluciones son parciales y no se tiene en cuenta la complejidad de este fenómeno.

Si en la experiencia de dolor intervienen factores fisiológicos, cognitivos, emocionales y conductuales ¿Por qué no implementar un tratamiento psicológico que acompañe al tratamiento farmacológico y a las recomendaciones de los médicos especialistas?

El dolor no solo provoca la respuesta conductual típica (la persona se encoge, adopta una apostura en la que siente que tiene menos dolor, tiende a no moverse para no aumentar el dolor…), también provoca:

  • Sufrimiento:  con frecuencia, las personas con dolor crónico, sienten que el dolor “les ha cambiado como personas y que no pueden ser como antes”. El dolor, trasciende lo físico y la persona se encuentra afectada a nivel laboral, de las relaciones sociales y familiares, puede tener problemas económicos derivados de su situación…
  • Aislamiento: Con la experiencia desagradable de dolor, la persona tiende a aislarse de su entorno, buscando no sentir dolor y esto, redunda negativamente en el dolor sin que pueda darse cuenta, pues el aislamiento, lleva a que la persona, cognitivamente centre su atención en el propio dolor. Además, el aislamiento y la sensación de soledad son elementos negativos añadidos a la propia experiencia de dolor, ya de por sí desagradable.
  • Sentimientos de discapacidad: Las personas con dolor crónico, producto de la inactividad, pueden presentar deterioro físico. Además, producto del aislamiento y el sufrimiento psicológico, pueden presentar un deterioro psicológico. Es frecuente encontrar en las personas con dolor crónico sentimientos de minusvaloración y de baja autoestima (“yo ya no soy el que era” “no valgo para nada”).

Dicho esto, LA INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA está plenamente JUSTIFICADA. Ahora bien, cabe preguntarse qué es más adecuado: el abordaje individual o el grupal.

En el formato grupal, el propio grupo actúa como instrumento terapéutico. En grupo, y compartiendo la experiencia de cada uno con el dolor, se puede aprender mucho de otras personas con una experiencia semejante, pero no idéntica, permitiendo abrir un espacio de común entendimiento con los otros, pues todos los integrantes del grupo sufren dolor. Acudir a terapia de grupo con otras personas, reduce el aislamiento y la soledad, ofreciendo una apertura al mundo desde un espacio terapéutico, en el que no se juzga y que, además, ofrece herramientas variadas para combatir el malestar generado por el dolor crónico. En definitiva, el abordaje grupal podría tener un papel importante en la reversión de los efectos psicosociales del estrés debido al padecimiento de dolor de forma crónica (Rodríguez-Marín, Couceiro y Van der Hofstadt, 2021), además de proporcionar un buen nivel de acompañamiento.

Para finalizar, siguiendo el modelo planteado por Rodríguez- Marín, Couceiro y Van der Hofstadt (2021), consideramos adecuada la intervención grupal en pacientes con dolor crónico, haciendo uso de un programa que, dada la naturaleza poliédrica del fenómeno, aplique estrategias psicoeducativas, técnicas de relajación y cognitivo-conductuales, con la finalidad de mejorar la percepción de control del dolor de los pacientes y las experiencias asociadas a este fenómeno tan desagradable. Los profesionales de la psicología pueden ayudarte a mejorar en procesos como el dolor crónico.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • Miró, J. (2003). Dolor Crónico. Procedimientos de evaluación e intervención psicológica. Bilbao: Desclée.
  • Torralba, A., Miquel, A. y Darba, J. (2014). Situación actual del dolor crónico en España: Iniciativa “Pain Proposal”. Rev. Soc. Esp. Dolor. 21(1), 16-22.
  • Rodríguez – Marín, J., Couceiro, S. y Van Der Hofstadt, R. (2021). Intervención Psicológica Grupal en Dolor Crónico. Madrid: Ediciones Pirámide.

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