Mª DOLORES BARROS ALBARRÁN. PSICÓLOGA GENERAL SANITARIA.COL. Nª AN11366

Cualquier persona ha podido sentir ansiedad en algún momento de su vida. En lo cotidiano, es fácil sentir ansiedad (periodos de exámenes, circunstancias o momentos de la vida que requieren mayores exigencias por nuestra parte…) y no siempre, los correlatos fisiológicos que se dan en ella (aumento de la frecuencia cardiaca, aumento de la frecuencia respiratoria…), indican que algo malo sucede.

Imaginemos a una gacela, que se acerca a beber a un río. Si no lo hace con un “sistema de alerta encendido”, que la prepare para saltar y salir corriendo en caso de que aparezca un depredador, puede morir en la misma orilla del río. Es decir, no siempre la ansiedad es algo negativo. De hecho, puede sernos de utilidad en muchas ocasiones. No obstante, cuando la ansiedad está presente en nuestras vidas hasta el punto de limitar nuestro desarrollo y desenvolvimiento (esto es, cuando se presenta con demasiada frecuencia o intensidad), ya sí podemos hablar de un problema.

Las personas que padecen Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG), suelen tener sintomatología ansiosa casi la mayor parte del tiempo, sin que aparentemente exista un desencadenante de la misma (no como en el caso de nuestra amiga la gacela, que presentaba sintomatología ansiosa cuando bebía en el río) por lo que presentan una sensación de malestar casi perpetua, en ocasiones, con limitaciones importantes en diferentes áreas de sus vidas. Trabajar o desempeñar cualquier rol, es muy difícil con este malestar, por lo que las personas con este problema, pueden llegar a dejar de desempeñar estos roles, esperando con ello, dejar de sentir ese malestar.

Así pues, la persona entra en bucle de malestar muy difícil de sostener, que sería más o menos de la siguiente manera:

A continuación, revisaremos los signos y síntomas que presentan las personas que padecen este problema. La OMS (1994), en la décima revisión de la clasificación internacional de las enfermedades, define el Trastorno de Ansiedad Generalizada de la siguiente forma:

  1. Un periodo de al menos seis meses de notable ansiedad, preocupación y sentimientos de aprensión (justificados o no), en relación con acontecimientos y problemas de la vida diaria.
  2. Por lo menos 4 de los síntomas listados abajo deben estar presentes y al menos 1 de entre los grupos del 1 al 4.

Síntomas autonómicos

  1. Palpitaciones o golpeo del corazón, o ritmo cardiaco acelerado.
  2. Sudoración.
  3. Temblores o sacudidas de los miembros.
  4. Sequedad de boca (no debida a deshidratación o medicación).

Síntomas en el pecho y abdomen.

  • Dificultad para respirar.
  • Sensación de ahogo.
  • Dolor o malestar en el pecho.
  • Náusea o malestar abdominal (por ejemplo, estómago revuelto).

Síntomas relacionados con el estado mental.

  • Sensación de mareo, inestabilidad o desvanecimiento.
  • Sensación de que los objetos son irreales (desrealización) o de sentirse lejos de la situación o “fuera” de ella (despersonalización).
  • Sensación de perder el control, “volverse loco” o de muerte inminente.
  • Miedo a morir.

Síntomas generales

  1. Sofocos o escalofríos.
  2. Sensación de entumecimiento u hormigueo.

Síntomas de tensión.

  1. Tensión muscular o dolores y parestesias.
  2. Inquietud y dificultad para relajarse.
  3. Sentimiento de estar “al límite” o bajo presión o de tensión mental.
  4. Sensación de nudo en la garganta o dificultad para tragar.

Otros síntomas no específicos.

  1. Respuesta de alarma exagerada a pequeñas sorpresas o sobresaltos.
  2. Dificultad para concentrarse o sensación de tener la mente en blanco, debido a la preocupación o ansiedad.
  3. Irritabilidad persistente.
  4. Dificultad para conciliar el sueño debido a las preocupaciones.
  5. El trastorno no cumple los criterios del trastorno de pánico, trastorno de ansiedad fóbica, trastorno obsesivo compulsivo o hipocondriaco.
  6. No se debe a un trastorno orgánico específico, por ejemplo, hipertiroidismo

El TAG suele comenzar en la adolescencia o adultez temprana, más o menos alrededor de los 20 años (Pérez, Fernández, Fernández y Amigo, 2011). Puede tener un curso crónico con fluctuaciones en las que se alternen periodos en los que la persona se encuentra mejor con otros periodos en los que se produce un agravamiento de los síntomas, coincidiendo probablemente con periodos de estrés de esa persona.

En cuanto a la causa, no parece que exista una única causa que explique el fenómeno. La literatura sobre este tema, refiere que puede haber factores relacionados con la herencia (que la persona herede una mayor susceptibilidad a desarrollar el problema), personalidad, experiencias de vida y sustancias químicas del cerebro.

¿Y por qué puede resultar tan negativo el TAG? Pues porque normalmente, la persona tiende a adoptar conductas de evitación esperando encontrarse mejor. Una persona que se encuentra mal la mayor parte del tiempo (sensación de presión en el pecho, temblor, hormigueo…) puede decidir dejar de hacer tareas que habitualmente venía desempeñando (laborales, familiares, de ocio y ocupación del tiempo libre, académicas…) y esto, puede llevarle a una situación de aislamiento. De esta forma, a las sensaciones negativas que la persona tiene y que son propias del TAG, se añade un malestar secundario producto del aislamiento, la soledad, la incomprensión por parte de las personas de su entorno y la autoevaluación negativa (“Ya no soy el/la que era”, “No valgo para nada”).

¿Tiene tratamiento el TAG?

El tratamiento farmacológico por sí solo no suele ser suficiente, así como tampoco la instrucción en técnicas de relajación. No obstante, combinar la relajación con otros procedimientos de tipo cognitivo (orientados a dotar al paciente de herramientas para controlar las preocupaciones) conductual (Terapia Cognitivo Conductual – TCC), parece ofrecer mejores resultados. Además, es importante incluir otro tipo de elementos, como:

  • Elementos orientados a que la persona se centre menos en dificultades del futuro y viva más en el presente.
  • Elementos que ayuden a la persona a tolerar mejor la incertidumbre.
  • Elementos orientados a mejorar los problemas interpersonales que sufren las personas con TAG.

CONCLUSIONES: El TAG es un problema relativamente frecuente y que ocasiona un gran malestar per se y de manera secundaria, al limitar la vida de las personas que lo padecen, no obstante, se puede tratar. Buscar la ayuda de un profesional sería el primer paso para lograr la mejoría y recuperar el funcionamiento personal y social.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • Organización Mundial de la Salud. (1994). CIE-10: Décima revisión de la Clasificación Internacional de las Enfermedades. Trastornos mentales y del comportamiento. Criterios diagnósticos de investigación. Madrid: Meditor.
  • Pérez Álvarez, M., Fernández Hermida, J. R., Fernández Rodríguez, C., & Amigo Vázquez, I. (2011). Guía de tratamientos psicológicos eficaces I (Vol. 1). Madrid: Pirámide.
EL TRASTORNO DE ANSIEDAD GENERALIZADO (TAG)

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